domingo, 26 de junio de 2011

LLegada a Venta del Obispo

LA VENTA DEL OBISPO, ÁVILA

LA VENTA DEL OBISPO

El lugar donde nacemos y la familia en la que crecemos son dos factores muy importantes que contribuyen poderosamente al forjamiento exitoso o fracasado de nuestra futura personalidad. Para bien o para mal, la infancia nos persigue siempre y al final de mis días tengo la sensación de que, por ambas partes, soy un hombre afortunado.

Yo nací en Venta del Obispo, en la jurisdicción municipal de San Martín del Pimpollar, provincia de Ávila (España) el 1 de octubre de 1937. Es un lugar geográfico de gran belleza natural ubicado entre el puerto de Menga y el puerto del Pico en la sierra de Gredos. La Venta del Obispo es un caserío denominado así porque, según yo había oído decir, un Obispo de Ávila viajaba en visita pastoral hacia el sur de la diócesis y sufrió serias dificultades a causa de la nieve por lo que ordenó construir en aquel lugar una Venta que sirviera de posada y refugio adecuado en sustitución de las “viejas majadas” antes existentes en el lugar. De ahí su denominación de “Venta del Obispo”, que terminó convirtiéndose en un lugar estratégico de encuentro entre los dos puertos de carretera antes indicados, la laguna y los picos de Gredos.


Con el tiempo la calzada romana fue sustituida por la carretera Ávila- Arenas de San Pedro y El Barco de Ávila, con lo cual fue necesario construir las denominadas “casetas de camineros”. Eran casas de piedra espaciosas y muy bien construidas, asignadas a los “peones camineros” o personal de mantenimiento, los cuales reparaban las carreteras de tierra que eran constantemente erosionadas por la nieve, las lluvias, el tránsito de los carros de vacas y de los primeros automóviles que iban goteando cada vez con más frecuencia. Más en concreto cabe hacer las siguientes matizaciones históricas sobre el origen de la emblemática Venta.


Según datos escritos, la casa original denominada Venta del Obispo fue construida en el siglo XIV y restaurada en 1803 por el Obispo de Ávila D. Manuel Gómez de Salazar, para el amparo de los caminantes y cobijo de los pastores que transitaban entre Ávila y Talavera de la Reina. La antigua casa restaurada de Venta del Obispo hace pensar en el rumor de las diligencias de correos que en ella se detenían, el clamor de los cencerros de las vacas trashumantes, los validos de las ovejas que repostaban camino de Extremadura y las voces de los arrieros que subían de los pueblos del Barranco con sus mercancías de frutas cabalgando sobre las mulas. Esto suponía subir y bajar dos importantes puertos de montaña, el del Pico y el de Menga, para adentrarse en los llanos de Salobral y de la Moraña.

Según Tomás Sobrino Chomón (Episcopado abulense siglo XIX, datos sobre el obispo de Ávila D. Manuel Gómez de Salazar (1.802 – 1.815), el Obispo abulense D. Manuel alude en su testamento a la Venta del Obispo en estos términos: “Es notorio que a mi arribo a esta ciudad mandé construir en un sitio llamado las Majadas Viejas una venta que se titula de el Obispo para amparo de viajeros en los meses de invierno, a poca distancia de el puerto de el Pico, cuyo edificio ha sido de mucho amparo a viajeros de todas provincias, y recomiendo su conservación a la Colectoría General de Expolios y Vacantes y a mis sucesores. Y en el caso de que no se advierta medio de conservarse la referida casa, construida de mi propio haber, quiero y es mi voluntad se venda al mejor postor, siempre que ocurra esta proposición”. Según puede leerse en un artículo publicado en la desaparecida revista El pregón de Gredos, firmado por Javier Apausa, Alejandro Carbonell y Jesús González Tejado, la Venta fue comprada al propio Gobierno por D. Lorenzo Fernández y las cosas ocurrieron más o menos como sigue.

Con la desamortización de Mendizábal el Obispado de Ávila perdió la Venta del Obispo y el Gobierno la sacó a subasta en Piedrahita siéndole adjudicada la propiedad de toda la finca a D. Lorenzo Fernández, cuyos hijos D. Gaspar, D. Gerardo y D. Mariano Fernández se la repartieron después como herencia paterna quedando D. Gaspar como propietario de la parte donde estaba ubicada la vieja casa fundada por el Obispo D. Manuel Gómez de Salazar. A raíz de la división hereditaria D. Mariano y Dña. Sofía, D. Gerardo y Dña. María construyeron sus propias casas y dependencias agrícolas respectivas. Posteriormente fueron construidas otras dos casas más donde vivieron Dña. Lucía y su familia, por una parte, y Dña. Sabina y Dña. Pepa por otra. La vieja casa original denominada “La Venta del Obispo” la heredó de D. Lorenzo Fernández, como queda dicho, su hijo D. Gaspar con su esposa Dña. Natalia. De D. Gaspar, a su vez, la heredó su hijo D. Enrique, el cual llegó a un acuerdo con su hermana Dña. Daría Fernández para que ésta y su marido D. Martín del Río quedaran como propietarios de dicha Venta.

En 1937, cuando yo nací, la Venta estaba regentada por D. Enrique Fernández y los niños de las familias allí ubicadas, entre ellos mi hermano Pelegrín, estaban escolarizados en Navalsauz, dos kilómetros al norte, a donde accedían a pié por la carretera polvorienta o embarrada, según el estado del tiempo, a la vera del río Alberche. En el año 2010 mi hermano Pelegrín y la prima Julia Fernández (fallecida en junio del 2010) recordaban todavía con nostalgia y emoción aquellos años de su niñez en Venta del Obispo con sus idas y venidas a la escuela primaria de Navalsauz.

Una observación importante a tener en cuenta es que en torno a la Venta del Obispo (casa de refugio fundada por el Obispo de Ávila D. Manuel Gómez de Salazar) surgió durante el siglo XX un pequeño caserío donde vivían varias familias, con Capilla y fiestas propias. De ahí que para los vecinos del emplazamiento La Venta vino a significar algo más que una casa tradicional de refugio, de comidas o de alto en el camino de viajantes o trashumantes de ganado. La Venta del Obispo terminó convirtiéndose de hecho en un caserío anejo civilmente a San Martín del Pimpollar y canónicamente a Cepeda de la Mora. En la primera década del siglo XXI, sin embargo, lo único que quedaba de la Venta es la vieja casa original restaurada y convertida en restaurante de carretera. Tres de las otras casas sólo eran abiertas en verano y la que construyera D. Mariano Fernández, mi abuelo materno y la caseta de camineros, donde yo nací, se encontraban abandonadas y en ruinas. Tampoco carece de interés histórico la tradición oral según la cual en el enclave de La Venta hubo un Lazareto y un convento de frailes. El lugar donde estuvo situado el convento es todavía reconocible al otro lado del río y todo hace pensar que las piedras de aquel convento abandonado sirvieron después para las construcciones posteriores en el recinto de la Venta y su entorno.

Pues bien, en la casa de camineros construida en Venta del Obispo nací yo, como consta en el certificado de nacimiento, el uno de octubre de 1937 cuando mi padre trabajaba como operario de obras públicas en plena guerra civil española. La circunstancia de la guerra fue nefasta también para mí porque, al nacer y durante los primeros años de mi vida, impidió que mi madre y yo recibiéramos los auxilios médicos indispensables para sobrevivir con buena salud. De hecho, mi padre y el resto de mis hermanos, nacidos antes y después de la guerra, disfrutaron de buena salud mientras que mi madre y yo pudimos sobrevivir gracias a la paz posterior y a los adelantos médicos de los que pudimos disfrutar. Como digo, nací en Venta del Obispo, pero fui bautizado en Navalsauz, pueblecito situado a dos kilómetros hacia el norte, donde los niños de La Venta eran bautizados y después iban a la escuela. De este pueblecito era la esposa del poeta Rubén Darío. Mi padre solía contar la anécdota siguiente. El día en que me bautizó el párroco de Cepeda de la Mora, del que dependía eclesiásticamente Navalsauz, se celebró el banquete de rigor en casa de unos amigos los cuales pusieron sobre la mesa un mantel de alta calidad. Al verlo y admirarlo el párroco destacó el valor del mismo y les hizo algunas reflexiones sobre lo fácil que sería mancharlo y lo difícil que sería después hacer desaparecer la mancha sin dañar de forma irreparable la calidad de la pieza.


Terminada la guerra civil mis padres optaron por volver a Hoyocasero dejando atrás una etapa de su vida para iniciar otra nueva marcada por la vida agrícola y ganadera. Mis abuelos murieron relativamente jóvenes al terminar la guerra civil española y las dos abuelas disponían de tierras de pastos y labranza que prometían mucho por aquellos años duros de la posguerra. Sin embargo, durante la primera década de mi vida fue para mí un verdadero placer volver regularmente a Venta del Obispo para pasar allí en casa de mi abuela materna días muy felices de mi infancia. Cualquier disculpa era buena para ir a la Venta con la abuela, sobre todo en verano cuando la belleza del paisaje era paradisíaca, se celebraba la fiesta patronal de la virgen del Carmen y se recogía el heno de los prados y se trillaba el centeno. Por aquellos años en la Venta del Obispo había mucha vida y no faltaba nada de lo más necesario para vivir bien a pesar de las serias dificultades que surgieron al final de la guerra civil española y durante la segunda guerra mundial. ¿Cómo fueron mis experiencias y vivencias personales de infancia durante aquellos interregnos de tiempo que pasaba en la Venta del Obispo agasajado por my abuela materna? Espero poder decirlo algún día no lejano ya que esas vivencias han quedado muy vivas en el archivo de mis recuerdos felices. NICETO BLÁZQUEZ FERNÁNDEZ, O.P.

OTRA VISTA

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